Referencias:
Pena de muerte, ejecución
Penas infamantes. Persecución de
la memora histórica
Desistimiento y arrepentimiento
delictivos
Rebelión
Traición
Genocidio
Discriminación
Inquisición
Modelo inquisitorial
Prisión preventiva
Peligro procesal de fuga
Acusación o vista fiscal
Colaboración eficaz, premios
punitivos
Órgano Jurisdiccional. Real
Audiencia
Sentencia condenatoria
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Acusación, prisión, condena a muerte y ejecución del precursor de la independencia, Túpac Amaru II (José Gabriel Condorcanqui Noguera)
Los resaltados
son del editor del blog
Véase: Colección Documental del Bicentenario de la Revolución Emancipadora de
Túpac Amaru.- Tomo III. - Los Procesos a Túpac Amaru y sus compañeros, Lima
1981, p. 268 y siguientes.
Vista del fiscal del
Virreinato de Buenos-Aires
El
abogado fiscal de este Virreinato, en vista de los testimonios que acompañan
los Corregidores y Justicia Mayor de las Provincias de Azangaro, Larecaja y Chucuito, a sus correspectivas
representaciones o informes, sobre la sublevación
principiada en la provincia de Tinta, correspondiente al Virreinato de Lima, el
día 10 de noviembre último, continuada y propagada por arbitrio y fomento de su
autor, el cacique del pueblo de Tungasuca, José Tupac-Amaru, dice: Que los
documentos y diligencias en copia contenidas, no solo ministran mérito
suficiente para graduar y declarar a los comprendidos en este horrible
alzamiento, especialmente al cacique Tupac-Amaru, por verdaderos reos de Estado, rebeldes, traidores al
Rey, en fuerza de las Leyes 1.ª, título 2.º, Parte 7.ª, y 1.ª, título
18, libro 8.º de las Recopiladas de Castilla, con sus concordantes de uno y
otro derecho; sino también para que, sin la precisa observancia de todos los
requisitos dispuestos por las Leyes 6.ª y 8.ª, título 4.º, libro 3.º de las
Recopiladas de Indias, u otros algunos reparos, se les persiga y ataque como a
enemigos, al menos hasta lograr la prisión o muerte del referido autor de tan
escandalosa, perjudicial e infame conjuración.
Son los
motivos que ejecutan la celeridad de este arbitrio, tan urgentes como
manifiestos por el expediente, en cuya serie de noticias y sucesos no deben
ocupar tanto la atención la lastimosa muerte del corregidor don Antonio de
Arriaga, la usurpación de su caudal, la ocupación de las armas que tenía en su
casa, ni las convocatorias y excesos que sucesivamente fue perpetrando el
pérfido Tupac-Amaru, como la astucia, la cavilosidad y prometidas ideas con que
arbitró cometerlos, y sublevar aquella y demás provincias, poniéndolas en
estado de llevar adelante los reprobados designios que ocultaba.
Para
prender al corregidor Arriaga en su misma casa, parece haberle dispuesto un
banquete. Para convocar los cabos militares, caciques o indios de la provincia,
se cree haber compelido al infeliz corregidor preso a expedir o firmar órdenes
citatorias. Para sacarle a la horca a presencia de la multitud, sin movimiento
ni alboroto, mandó publicar bando, afectando que procedía en virtud de órdenes
de Su Majestad. Con el mismo pretexto pasó a consecuencia de este sensibilísimo
espectáculo a la provincia inmediata de Quispicanchi, a ejecutar iguales
atrocidades con el corregidor don Fernando Cabrera y cuantos europeos
encontrase; expidiendo, bajo el mismo supuesto criminal concepto de figuradas
comunicaciones del Rey, luego que se restituyó a su pueblo de Tungasuca, las
que le parecieron, a los caciques de las provincias inmediatas, para que cada
uno a su imitación perpetrase iguales atentados.
Y aunque
en las dos de Azangaro y Carabaya, pertenecientes a este Virreinato, no
surtieron efecto sus depravados arbitrios, por la lealtad con que su
comisionado, el cacique gobernador del pueblo de Azangaro, -26-
don Diego Chuquiguanca y sus hijos, hicieron manifestación
de los pliegos que se hallan copiados en el expediente, ofreciendo sacrificarse
por el Rey; lo cierto es del caso, que la provincia de Quispicanchi, verificada
la fuga del mencionado don Fernando Cabrera, su actual corregidor, está
subordinada al rebelde Tupac-Amaru, y él mismo asegura en uno de los papeles
escritos a Chuquiguanca, que otras cuatro provincias más estaban a sus órdenes.
Porque, conociendo este perverso la suma deferencia que aquellos naturales
están acostumbrados a prestar a las órdenes del Rey, y el horror con que suelen
mirar a los corregidores que les gobiernan, y europeos que por lo regular les
acompañan, no le habrá sido difícil mover los ánimos de ellos a la ejecución de
las supuestas órdenes del Rey, con tan criminal pretexto.
Mas el
fuego de la cavilosidad y perfidia del nominado traidor, consiste en que,
habiendo repetido tantas veces las órdenes reales con que se hallaba autorizado
para proceder contra los corregidores y europeos, en sus bandos, cartas, oficios,
y en los edictos que dirigió al coronel cacique y gobernador de Azangaro, don
Diego Chuquiguanca, para arrastrar aquella provincia y la de Carabaya, ya
silencia los mandatos del Rey, y procede como el más distinguido indio de la
sangre real de los incas y tronco principal, a libertar a sus compatriotas de
los agravios, injusticias y servidumbre en que los habían tenido los
corregidores europeos, sin haberse atendido a sus quejas por los tribunales
superiores para proveer de remedio. De cuya consecuencia se sigue, que el
nombre de Rey, proferido indeterminadamente, sin especificar el señor don
Carlos III actualmente reinante, solo le repitió para reducir los ánimos de los
naturales de aquellas provincias a tolerar las violencias ejecutadas con
Arriaga, e inducirlos a que se ejecutase lo mismo con otros corregidores. Y
considerando verificadas en parte estas ideas, se convirtió de comisionado en
redentor de injusticias y gravámenes, sin más impulso que el de su
conmiseración por sus compatriotas, abriéndoles ya camino a la aclamación por
su Rey, o cuando no, vinculándoles a su obediencia para sostener a su
benefactor con las armas, hasta elevarle al trono extinguido de los infieles
tiranos reyes del Perú, que es sin duda el blanco de sus conatos.
Y con efecto,
por lo que el expediente ministra, tuvo ya la satisfacción de juntar el crecido
número de indios, que el coronel don Pedro la Vallina, (prisionero que fue
suyo) expresa en la contenida carta; y con el auxilio de ellos, se refiere,
haber rebelado y muerto a 300 y tantos hombres, que salieron a contenerle del
Cuzco, adonde se enderezaba, ocupándoles las armas para armar a los rebeldes
que le siguen. Con que, si sobre estos primeros progresos de su tiránica
empresa se reflexiona haberlos alcanzado en consecuencia de la sublevación
experimentada en la ciudad de Arequipa con motivo del establecimiento de aduanas; la que con menos
fundamento estalló en la ciudad de la Paz; por el mismo motivo en la de
Chayanta, y los rumores de que en otras provincias se hallaban los naturales
algo inquietos; si se considera que el rebelde Tupac-Amaru, enterado de estos
sucesos, les ofrece la libertad no solo de derechos de aduana, sino de
alcabalas, tributos y servicios de minas, es preciso conceptuar en estos ofrecimientos
un aliciente poderoso en los naturales a seguirle, y un inminente riesgo de que
aumente sucesivamente el partido de los rebeldes, si con la mayor vigilancia no
se aprende a dar muerte a tan insolente rebelde, para que, extinguido el motor,
se corte el conato a otros de incorporarse a los conjurados, y se les precava
la ocasión de precipitarse al despeñadero de su infidelidad a su legítimo
Monarca y Señor natural, con perjuicio de ellos mismos y de la República.
Los
Corregidores de las provincias de este virreinato, inmediatas a la de Tinta, y
principalmente el de la de Azangaro, penetraron luego los designios del pérfido
Tupac-Amaru, y la dificultad de apagar el fuego de la conjuración, si con
tiempo no se cortaba; por lo mismo este, sin pérdida de momentos, comenzó a
exhortar a los de Carabaya, Lampa, Chucuito, Puno, Larecaja, y demás
circunvecinas de este virreinato; verificando lo mismo con los del Cuzco,
Arequipa, y otros del virreinato de Lima. Y aunque el de Arequipa respondió no
poderse desprender de las dos compañías de soldados, que por la Capitanía
General de Lima se le remitieron, en ocasión de haberse sublevado aquella
ciudad, y el de Larecaja representa los fundamentos que le retraen de concurrir
a la convocatoria, los demás de Azangaro, Carabaya, Chucuito, etc., parece que
estaban prontos a salir inmediatamente reunidos, con sus armas y municiones, a
la raya de Vilcanota, divisoria de ambos virreinatos, a contener a los
conjurados, en caso que pretendiesen difundirse hacia esta parte, y aun a
perseguir al rebelde, aunque fuese en el virreinato de Lima, sin más
substanciación de causa, en que no halla desde luego repugnancia el Fiscal;
porque la guerra justa, como es la que se dirige contra las provincias
rebeladas, o tiranos, no respeta jurisdicciones, máxime siendo territorios de
un mismo Monarca, ni en casos tan urgentes y circunstanciados como el presente,
se necesita más substanciación de causa para atacar a los enemigos, que la
subsistencia de la rebelión, que es el conocimiento más notorio de este delito
cuya odiosidad y horror deben excitar el celo, no solo de los ministros
encargados del gobierno de las provincias, sino también de todos los vasallos,
sin excepción de personas, para ocurrir en tan críticas circunstancias, sin más
mandato del Rey o inmediato jefe, que la cierta noticia de conjuración, a
apagar la propagación de tan temible fuego, y sofocarle en su origen, como oportunamente se ordena en la
Ley 3, título 15, Parte 2.ª
De suerte
que, aunque en cuanto al modo de proceder en la subyugación de los rebeldes,
ponen tropiezo las Leyes enunciadas 6 y 8, y con más especificación la 9,
siguiente, título 4, libro 3 de las Recopiladas de Indias, anteponiendo todos
los medios de suavidad, dulzura y amor, y aun la franqueza de todos gravámenes
a los de la guerra, y que si fuese necesaria esta, se anticipe primero aviso a
Su Majestad en su Real y Supremo Consejo; sin embargo, en el caso que en el día
se presenta, parece que sin forzosa aligación a la letra de estas leyes, puede
procederse conforme a su espíritu, y al tenor de las facultades que a los
señores Virreyes concede la Ley 2, título 3 del precitado libro, abreviando
toda resolución o empresa, hasta dificultar al autor de la rebelión que pueda
hacer progreso. Y así, si a las
primeras reconvenciones que se le hagan en conformidad de las predichas leyes,
no se entrega con los rebeldes que les siguen, antes persiste en su rebelión,
incitando a los naturales con edictos, a semejanza de soberano, a seguir su
partido, no debe perderse instante de atacar al partido rebelde, proponiéndole
al mismo tiempo, que si entregan a su caudillo Tupac-Amaru, se suspenderá
contra ellos la guerra, y se les condonará sus delitos, oyéndoles en justicia
sobre cualesquiera quejas o agravios, por los tribunales a que corresponda;
pues faltándoles el autor de su conjuración puede fácilmente extinguirse, y
sosegarse el reino, como con efecto han sosegado otros, en que se ha tomado
este arbitrio, siguiendo la regla o ejemplo que ofrece la Escritura Sagrada en
el capítulo 20 del 2 de los Reyes, sobre la rebelión que expresa.
Por la
misma regla, y la de otros ejemplares, cree el Fiscal poderse declarar por
rebelde al cacique Tupac-Amaru; y en caso que no se entregue, o le entreguen
sus partidarios a las reconvenciones o requerimientos que permitan las
situaciones de cada partido, autorizarse a todo vasallo del Rey, tanto del
partido rebelde como del que pase a subyugarle, para que le aprendan o maten.
Pues, a más de que esta autoridad la tiene cualquier vasallo que pretenda hacer
tan importante servicio, sin riesgo de incidir en el enorme delito de
regicidio, que no se verifica en la muerte de un traidor contumaz, rebelde y
pretendido tirano, autorizándose a cualesquiera, cesa todo escrúpulo, pudiendo
justamente ofrecerse premio para el efecto; con la calidad de que, en cuanto
sea posible, se procure aprenderle vivo; y en este caso, que sea mayor que no
entregándole muerto.
Bien que,
no debiendo entenderse el ofrecimiento del premio que se señale, sino limitadamente, y con restricción al caso que
el rebelde se halle con las armas en las manos, continuando su rebelión; y aun
en este pudiera no convenir que se publicase, si el partido de rebeldes tiene
proporciones de aumentarse con esta noticia, precaverse o irritarse y
desesperar. Para que con concepto a todo esto se obrase con el mayor acuerdo,
le parece al Fiscal, que habiéndose autorizado por esta Capitanía General, con
motivo de la sublevación de Chayanta, con título de comandante en jefe de las
armas, al teniente coronel don Ignacio Flores, residente hoy en las provincias
del Perú, se le podía escribir carta, en inteligencia de lo resuelto, o con
copia de la providencia, a efecto de que, publicando las circunstancias que
deben considerarse, resolviese lo conveniente. Asimismo, aunque los
corregidores de Azangaro, Carabaya, Larecaja, Chucuito, Lampa y demás, estén
distantes, parece que están subordinados a la comandancia del expresado Flores,
por el tenor de su título; y de no, convendría que se declarase expresamente, y
que se dirigiese a sus órdenes el indispensable auxilio de tropa arreglada que
solicitan los corregidores, para que, bajo la dirección del citado comandante,
pasase a aquellas provincias confinantes con otras cualesquiera milicias que
haya juntado, según lo pide el caso. Contestándoseles a los nominados
corregidores que han escrito, en el concepto de aprobarse por ahora su
convocatoria, y las providencias que tomó el de Azangaro, o escribiéndose carta
circular a todos los que por la inmediación puedan concurrir, y la
correspondiente de gracia por su lealtad al coronel cacique y gobernador de
Azangaro, don Diego Chuquiguanca, para que todos unidos, y bajo las órdenes del
comandante enunciado, procedan a contener cualquiera irrupción de los rebeldes
en las provincias de este virreinato, que no puedan avanzar más con la gente y
armas que tengan. Y en tal caso, que se arreglen a lo expuesto, estrechando al
partido rebelde con las menos posibles muertes y estragos, y fijando la
atención en que se les entregue al cacique Tupac-Amaru, o en aprenderle, sin
embargo que se halle en el territorio del Virreinato de Lima; pues una vez que
pretendió sublevar las provincias de este virreinato, está sujeto al rigor de
sus providencias; a más de que por el de Lima es regular que se hayan expedido
algunas. Y para la más cabal inteligencia de aquel excelentísimo señor Virrey,
y que las tropas de una y otra parte procedan con la mayor armonía, convendría
asimismo hacer expreso, noticiando a Su Excelencia lo que se acuerde en el
particular, o particulares contenidos. Sobre que la superior comprensión de
Vuestra Excelencia resolverá lo que sea más de su superior agrado, justificado
arbitrio, dando cuenta a Su Majestad por el próximo aviso. Buenos Aires y enero
15 de 1781.
Doctor PACHECO
Providencia del excelentísimo
señor virrey don Juan José de Vértiz
Con presencia de lo que
expone el Abogado Fiscal, de lo que informan los corregidores de Azangaro,
Lampa y Chucuito, y documentos con que se hacen constar los horrendos y
escandalosos delitos en que ha incurrido el indio José, que se apellida Tupac-Amaru,
que abusando del real nombre, y afectando falsamente tener comisión del
Soberano, dio muerte públicamente a su corregidor don Antonio de Arriaga, se
manifiesta la rebelión contra la Majestad, y se hacen constar las hostilidades
con que ha invadido los estados, provincias y vasallos fieles y de mi mando, y
emisarios y espías que ha dirigido para revolverlos y pervertirlos, turbar la
paz de los pueblos, e introducir en ellos el fuego de la guerra; con reflexión
a lo que el derecho de gentes en semejantes casos previene, y el real y
municipal de estos reinos ordena, y a la inminencia del peligro y necesidad de
acudir a los gravísimos daños y sumos males que amenaza al Estado, y de cortar
en el tiempo preciso el rápido curso con que la malicia introduce en los
corazones sencillos el contagio pernicioso de dicha revolución: he resuelto
declarar, como por las presentes letras declaro, al enunciado José por rebelde
a la Majestad y enemigo del Estado, y mandar, como mando, se le haga a él y a
todos los que su partido siguen, la guerra y cuantas hostilidades y daños
puedan los fieles vasallos del Rey, en sus personas y bienes. Apruebo las
providencias a este fin tomadas por los corregidores de Azangaro, Lampa y
Chucuito, don Lorenzo Zata y Zuviría, don Vicente Hore Dávila, y don Ramón de
Moya y Villareal, a quienes se les corresponda y prevenga lo conveniente, y
recomiende la fidelidad y buen servicio del cacique gobernador del pueblo de
Azangaro, coronel don Diego Chuquiguanca; y porque el más importante de la salud
pública y más eficaz medio para reponer en tiempo y de un solo golpe de mano
diestra, el buen orden y estado pacífico, consistiría en extirpar el ambicioso
origen de todos los males que padecen los pueblos, segando la cabeza del
rebelde José, he ordenado, se sitúen,
y tengan a disposición de cualesquiera de los fieles vasallos u otra persona
que este servicio haga, 10.000 pesos corrientes de plata, acuñada en
cualesquiera de las cajas de este Virreinato, en que haga constar haberlo
ejecutado, y 20.000 de la misma moneda, al que lo entregase prisionero;
de manera que se pueda hacer justicia en su persona para el escarmiento y
ejemplo de los demás rebeldes sus secuaces. Y si cualquiera de estos,
arrepentidos de sus errores y descamino, ejecutare el mismo servicio, a más de la retribución pecuniaria, se le
concederá el perdón de su culpa y pena por ella merecida. Lo que mando se
publique y haga notorio en la manera conveniente.
VÉRTIZ
Oficio del visitador general don
José Antonio de Areche al Virrey de Buenos Aires, participándole la prisión de
José Gabriel Tupac-Amaru
EXCELENTÍSIMO SEÑOR:
Muy señor
mío: Tengo el gusto de participar a Vuestra Excelencia, que ya está preso desde el día 6 próximo, el
vil insurgente José Gabriel Tupac-Amaru, su mujer, dos hijos y los capitanes y
aliados que explica la adjunta nota, después de haberle desbaratado la
mayor parte de su execrable y sacrílego ejército, en las inmediaciones del
pueblo de Tinta, provincia de su nombre, donde, y en el de Tungasuca de que fue
cacique, se le ha cogido una gran porción de lo robado en templos, poblaciones,
haciendas, obrajes y caminos, que es de bastante valor, con los pertrechos de
guerra que también se ponen para noticia de Vuestra Excelencia.
Consecuente
a este suceso es el de quedar pacificadas, como lo están, las provincias de
Condesuyo, Arequipa, Chumbivilcas, Cotabambas, Paruro o Chilques, y Márquez,
Paucartambo, Quispicanche, Calca y Lares, Urubamba y la citada de Tinta,
perteneciente a este virreinato, que tenía en lo más por suyas este traidor; y
ahora seguirá esta tropa haciendo lo mismo con las de ese, conviene a saber:
Lampa, Carabaya, Azangaro, Oruro, Carangas, Porco, Paria, Chayanta, y otras que
estén en el propio melancólico caso; para lo cual aviso con esta fecha lo
oportuno al señor don Fernando Márquez de la Plata, con el fin de que la tropa
formada en la Paz, y la que me consta ha remitido Vuestra Excelencia a
extinguir esta rebelión, obre ofensiva y defensivamente; en el concepto de que
la de aquí pasará a las primeras provincias de la línea muy en breve, o dentro
de pocos días, según lo espero, pues se va a poner en Lampa y Carabaya,
formándose en divisiones, y de modo que obre sin riesgo, o sin desampararse por
las distancias unas a otras.
Yo tengo
dicho a Vuestra Excelencia desde Lima, y en los instantes de partir para
ponerme en esta ciudad, que venía con el señor inspector general, mariscal de
campo, don José del Valle, y 600 hombres de aquella casi informe tropa, a
disponer una expedición seria, y capaz de deshacer en breve este alzamiento; y
por hallarse cerrada la comunicación de estas provincias con las de ese mando, no me ha sido posible continuarle la
noticia de mi llegada, ni la de que conseguida esta, a pesar de la incomodidad
y afanes que son comunes a caminos de una tierra tan quebrada como la del
virreinato del Perú, en sus serranías, y ásperas y elevadas cordilleras,
formamos aquí en estos contornos fieles, y pusimos
en marcha en poco menos de 14 días, 17.000 hombres, divididos en siete columnas
principales, para batir y prender al enunciado traidor, pacificando de paso las
provincias que tenía puestas en su partido: como todo se ha logrado en
casi igual tiempo que el que impendimos en disponerlo. Y ya abierto el paso en
lo principal, me tomo el gusto de comunicar a Vuestra Excelencia estas noticias
con aspecto menos sensible, y con la confianza de que en un corto periodo
quedará tranquila toda la tierra que nos alborotó este malvado, cuyas inicuas
proezas son bien públicas, y me hacen que no se las detalle con alguna
particularidad a Vuestra Excelencia.
Preso pues este traidor, y los
principales de su alianza, a quienes voy a imponer los serios castigos que
merecen, y que tengan una ajustada correspondencia con lo raro, inhumano,
sacrílego y horroroso de sus crímenes, luego que les tome las declaraciones
oportunas a inquirir el origen, y otros cómplices que puede haber encubiertos,
se me hace fácil la pacificación de lo que resta, y la prisión de los emisarios
que tiene en los territorios de ese gobierno; y lo aviso a Vuestra Excelencia, ganando los instantes para que
entre en esta satisfacción, y alivie sus cuidados, procurando también que para
que logre nuestro venerado Amo la misma, se sirva pasarle esta noticia,
según le ruego, en unión de la carta adjunta, que me tomo la libertad de
suplicar a Vuestra Excelencia la haga aprovechar igualmente los momentos,
dándome a mí sus apreciables órdenes, con la seguridad de que los recibiré y
cumpliré con la obediencia más pronta, ínterin tengo nuevos motivos de
participarle el resto de esta feliz expedición, en que me propongo desde ahora,
como tengo anunciado a Vuestra Excelencia, puesto que pasa a su territorio y
mando, obrar todo lo que obraría siendo de este, sin reparo alguno, no obstante
que ofrezco no excederme en cosa que no aconsejen las circunstancias, y pienso
que Vuestra Excelencia haría lo propio, hallándose a la vista; en lo que,
repito, que procuraré ser escrupuloso, con todo el extremo que me debe exigir
esta materia.
Nuestro
Señor guarde a Vuestra Excelencia los muchos años que le pido. Cuzco, abril 12
de 1781. Excelentísimo señor besa la mano de Vuestra Excelencia. Su más atento
y seguro servidor.
Lista de los principales rebeldes
que se hallan presos en este cuartel del Cuzco, y de los que han muerto en los
combates que han presentado a nuestras columnas las sacrílegas tropas del
traidor que se expresa, con las notas que irán al pie
José Gabriel Tupac-Amaru, cabeza principal.
Micaela Bastidas, su mujer, natural de Abancay.
Dos hijos suyos, uno de 11 años, y otro de 20.
Francisco Tupac-Amaru, tío de José.
Marcos Torres, cacique de Acomayo.
José Mamani, indio de Tinta, su coronel.
Diego Berdejo, español de Macari, yerno de Francisco Noguera, su comandante.
Tomasa Tito Condemayta, cacica del pueblo de Acos.
Melchor Arteaga, español, natural de Layo, mayordomo y cuidador de ganados.
Ramón Ponce, español, natural de Libitaca, comandante y custodiador de pólvora y balas.
José Hunda, español, natural del Cuzco.
Manuel Galleguillos, español, natural de Oruro, escribiente.
Diego Ortigosa, español, de Arequipa, asesor.
Patricio Noguera, español de Purimana, primo del rebelde.
Estevan Vaca, español, del Cuzco, fundidor.
Blas Quiñones, mestizo, de Tinta, confidente.
Mariano Cataño, español, de Huancavelica, sargento mayor.
Andrés Castelo, capitán.
Felipe Mendizábal, capitán.
Isidro Poma, comandante y cacique.
Úrsula Pereda, criada del rebelde.
Miguel Zamalloa, capitán.
Pedro Mendigure, capitán.
Cecilia Tupac-Amaru, media hermana del traidor.
Manuel Quiñones, capitán.
Pascual Mancilla, ídem.
Manuel Ferrer, ídem.
Rafael Guerra, ídem.
Antonio Valdés, ídem.
-41-
Lucas Herrera, ídem.
Francisco Herrera, ídem.
Mateo Avellaneda, ídem.
Gerónimo Andia, portero.
Lucas Colqui, cacique de Pomacanche, comisario y alcalde.
Francisco Torres, confidente, y comisionado en varios asuntos.
José Manuel Yepes, esclavo del cura de Pomacanche.
Antonio Oblitas, esclavo, y el que ahorcó a Arriaga.
Pedro Pablo, esclavo de don Manuel Tagle.
Miguel Landa, esclavo de don Tiburcio Landa.
Micaela Bastidas, su mujer, natural de Abancay.
Dos hijos suyos, uno de 11 años, y otro de 20.
Francisco Tupac-Amaru, tío de José.
Marcos Torres, cacique de Acomayo.
José Mamani, indio de Tinta, su coronel.
Diego Berdejo, español de Macari, yerno de Francisco Noguera, su comandante.
Tomasa Tito Condemayta, cacica del pueblo de Acos.
Melchor Arteaga, español, natural de Layo, mayordomo y cuidador de ganados.
Ramón Ponce, español, natural de Libitaca, comandante y custodiador de pólvora y balas.
José Hunda, español, natural del Cuzco.
Manuel Galleguillos, español, natural de Oruro, escribiente.
Diego Ortigosa, español, de Arequipa, asesor.
Patricio Noguera, español de Purimana, primo del rebelde.
Estevan Vaca, español, del Cuzco, fundidor.
Blas Quiñones, mestizo, de Tinta, confidente.
Mariano Cataño, español, de Huancavelica, sargento mayor.
Andrés Castelo, capitán.
Felipe Mendizábal, capitán.
Isidro Poma, comandante y cacique.
Úrsula Pereda, criada del rebelde.
Miguel Zamalloa, capitán.
Pedro Mendigure, capitán.
Cecilia Tupac-Amaru, media hermana del traidor.
Manuel Quiñones, capitán.
Pascual Mancilla, ídem.
Manuel Ferrer, ídem.
Rafael Guerra, ídem.
Antonio Valdés, ídem.
-41-
Lucas Herrera, ídem.
Francisco Herrera, ídem.
Mateo Avellaneda, ídem.
Gerónimo Andia, portero.
Lucas Colqui, cacique de Pomacanche, comisario y alcalde.
Francisco Torres, confidente, y comisionado en varios asuntos.
José Manuel Yepes, esclavo del cura de Pomacanche.
Antonio Oblitas, esclavo, y el que ahorcó a Arriaga.
Pedro Pablo, esclavo de don Manuel Tagle.
Miguel Landa, esclavo de don Tiburcio Landa.
Los siguientes hace tiempo se hallan presos en este cuartel
Mariano Banda, español, del Cuzco, escribiente del difunto Arriaga, y después del rebelde.
José Estevan de Escarbena y Villanueva, natural de Arequipa, escribiente también del rebelde.
Francisco Castellanos, que trajo los edictos y convocatorias del rebelde, al Cuzco.
Dionisio Medrano.
Jacinto Inquillupa, cacique, de la parroquia del hospital de esta ciudad, acusado por partidario del traidor.
Muertos en las batallas y ahorcados
Juan de Dios Valencia de Velille, capitán.
Tomás Parbina de Colquemarca, famoso capitán y justicia mayor por el rebelde, en la provincia de Chumbivilcas.
Felipe Bermudes, español, del Cuzco, cajero que fue de Arriaga; después secretario, comandante principal, y uno de los cinco que componían la Junta privada del rebelde.
Pomainca,
cacique de Quiquijana, y justicia mayor de ella por el rebelde, fue baleado
allí por las espaldas, por falta de verdugo.
Las
columnas de Paruro y Cotabambas han tomado, en los diferentes encuentros que
han tenido, tres cañones, entre ellos uno de a seis.
En Tinta,
que tenía fortificada y amurallada con adobes, y sus fosos al rededor, se le
encontraron seis cañones, y bastante pólvora y balas, con otras armas y
municiones, y una gran porción de lo robado en pueblos, iglesias, haciendas,
obrajes y caminos.
No se
ponen otros muchos que tenía ajusticiados la Junta de esta ciudad, antes que
llegase el señor Visitador e Inspector General, los 600 hombres de Lima, y 200
de Guamanga, con el tren de municiones y armas de todas clases, que condujeron
sus señores, por ser esta nota de solo su tiempo y mando. También queda ya
preso Antonio Bastidas, cuñado del rebelde.