31 julio, 2013

Acusación, prisión, condena a muerte y ejecución del precursor de la Independencia del Perú, Tupac Amaru II

Referencias:
Pena de muerte, ejecución
Penas infamantes. Persecución de la memora histórica
Desistimiento y arrepentimiento delictivos
Rebelión
Traición
Genocidio
Discriminación

Inquisición
Modelo inquisitorial
Prisión preventiva
Peligro procesal de fuga
Acusación o vista fiscal
Colaboración eficaz, premios punitivos
Órgano Jurisdiccional. Real Audiencia
Sentencia condenatoria

Acusación, prisión, condena a muerte y ejecución del precursor de la independencia, Túpac Amaru II (José Gabriel Condorcanqui Noguera)

Los resaltados son del editor del blog
Véase: Colección Documental del Bicentenario de la Revolución Emancipadora de Túpac Amaru.- Tomo III. - Los Procesos a Túpac Amaru y sus compañeros, Lima 1981, p. 268 y siguientes.

Vista del fiscal del Virreinato de Buenos-Aires

EXCELENTÍSIMO SEÑOR:
El abogado fiscal de este Virreinato, en vista de los testimonios que acompañan los Corregidores y Justicia Mayor de las Provincias de Azangaro, Larecaja y Chucuito, a sus correspectivas representaciones o informes, sobre la sublevación principiada en la provincia de Tinta, correspondiente al Virreinato de Lima, el día 10 de noviembre último, continuada y propagada por arbitrio y fomento de su autor, el cacique del pueblo de Tungasuca, José Tupac-Amaru, dice: Que los documentos y diligencias en copia contenidas, no solo ministran mérito suficiente para graduar y declarar a los comprendidos en este horrible alzamiento, especialmente al cacique Tupac-Amaru, por verdaderos reos de Estado, rebeldes, traidores al Rey, en fuerza de las Leyes 1.ª, título 2.º, Parte 7.ª, y 1.ª, título 18, libro 8.º de las Recopiladas de Castilla, con sus concordantes de uno y otro derecho; sino también para que, sin la precisa observancia de todos los requisitos dispuestos por las Leyes 6.ª y 8.ª, título 4.º, libro 3.º de las Recopiladas de Indias, u otros algunos reparos, se les persiga y ataque como a enemigos, al menos hasta lograr la prisión o muerte del referido autor de tan escandalosa, perjudicial e infame conjuración.
Son los motivos que ejecutan la celeridad de este arbitrio, tan urgentes como manifiestos por el expediente, en cuya serie de noticias y sucesos no deben ocupar tanto la atención la lastimosa muerte del corregidor don Antonio de Arriaga, la usurpación de su caudal, la ocupación de las armas que tenía en su casa, ni las convocatorias y excesos que sucesivamente fue perpetrando el pérfido Tupac-Amaru, como la astucia, la cavilosidad y prometidas ideas con que arbitró cometerlos, y sublevar aquella y demás provincias, poniéndolas en estado de llevar adelante los reprobados designios que ocultaba.
Para prender al corregidor Arriaga en su misma casa, parece haberle dispuesto un banquete. Para convocar los cabos militares, caciques o indios de la provincia, se cree haber compelido al infeliz corregidor preso a expedir o firmar órdenes citatorias. Para sacarle a la horca a presencia de la multitud, sin movimiento ni alboroto, mandó publicar bando, afectando que procedía en virtud de órdenes de Su Majestad. Con el mismo pretexto pasó a consecuencia de este sensibilísimo espectáculo a la provincia inmediata de Quispicanchi, a ejecutar iguales atrocidades con el corregidor don Fernando Cabrera y cuantos europeos encontrase; expidiendo, bajo el mismo supuesto criminal concepto de figuradas comunicaciones del Rey, luego que se restituyó a su pueblo de Tungasuca, las que le parecieron, a los caciques de las provincias inmediatas, para que cada uno a su imitación perpetrase iguales atentados.
Y aunque en las dos de Azangaro y Carabaya, pertenecientes a este Virreinato, no surtieron efecto sus depravados arbitrios, por la lealtad con que su comisionado, el cacique gobernador del pueblo de Azangaro,   -26-   don Diego Chuquiguanca y sus hijos, hicieron manifestación de los pliegos que se hallan copiados en el expediente, ofreciendo sacrificarse por el Rey; lo cierto es del caso, que la provincia de Quispicanchi, verificada la fuga del mencionado don Fernando Cabrera, su actual corregidor, está subordinada al rebelde Tupac-Amaru, y él mismo asegura en uno de los papeles escritos a Chuquiguanca, que otras cuatro provincias más estaban a sus órdenes. Porque, conociendo este perverso la suma deferencia que aquellos naturales están acostumbrados a prestar a las órdenes del Rey, y el horror con que suelen mirar a los corregidores que les gobiernan, y europeos que por lo regular les acompañan, no le habrá sido difícil mover los ánimos de ellos a la ejecución de las supuestas órdenes del Rey, con tan criminal pretexto. 

Mas el fuego de la cavilosidad y perfidia del nominado traidor, consiste en que, habiendo repetido tantas veces las órdenes reales con que se hallaba autorizado para proceder contra los corregidores y europeos, en sus bandos, cartas, oficios, y en los edictos que dirigió al coronel cacique y gobernador de Azangaro, don Diego Chuquiguanca, para arrastrar aquella provincia y la de Carabaya, ya silencia los mandatos del Rey, y procede como el más distinguido indio de la sangre real de los incas y tronco principal, a libertar a sus compatriotas de los agravios, injusticias y servidumbre en que los habían tenido los corregidores europeos, sin haberse atendido a sus quejas por los tribunales superiores para proveer de remedio. De cuya consecuencia se sigue, que el nombre de Rey, proferido indeterminadamente, sin especificar el señor don Carlos III actualmente reinante, solo le repitió para reducir los ánimos de los naturales de aquellas provincias a tolerar las violencias ejecutadas con Arriaga, e inducirlos a que se ejecutase lo mismo con otros corregidores. Y considerando verificadas en parte estas ideas, se convirtió de comisionado en redentor de injusticias y gravámenes, sin más impulso que el de su conmiseración por sus compatriotas, abriéndoles ya camino a la aclamación por su Rey, o cuando no, vinculándoles a su obediencia para sostener a su benefactor con las armas, hasta elevarle al trono extinguido de los infieles tiranos reyes del Perú, que es sin duda el blanco de sus conatos.

Y con efecto, por lo que el expediente ministra, tuvo ya la satisfacción de juntar el crecido número de indios, que el coronel don Pedro la Vallina, (prisionero que fue suyo) expresa en la contenida carta; y con el auxilio de ellos, se refiere, haber rebelado y muerto a 300 y tantos hombres, que salieron a contenerle del Cuzco, adonde se enderezaba, ocupándoles las armas para armar a los rebeldes que le siguen. Con que, si sobre estos primeros progresos de su tiránica empresa se reflexiona haberlos alcanzado en consecuencia de la sublevación experimentada en la ciudad de Arequipa con motivo del establecimiento de aduanas; la que con menos fundamento estalló en la ciudad de la Paz; por el mismo motivo en la de Chayanta, y los rumores de que en otras provincias se hallaban los naturales algo inquietos; si se considera que el rebelde Tupac-Amaru, enterado de estos sucesos, les ofrece la libertad no solo de derechos de aduana, sino de alcabalas, tributos y servicios de minas, es preciso conceptuar en estos ofrecimientos un aliciente poderoso en los naturales a seguirle, y un inminente riesgo de que aumente sucesivamente el partido de los rebeldes, si con la mayor vigilancia no se aprende a dar muerte a tan insolente rebelde, para que, extinguido el motor, se corte el conato a otros de incorporarse a los conjurados, y se les precava la ocasión de precipitarse al despeñadero de su infidelidad a su legítimo Monarca y Señor natural, con perjuicio de ellos mismos y de la República.

Los Corregidores de las provincias de este virreinato, inmediatas a la de Tinta, y principalmente el de la de Azangaro, penetraron luego los designios del pérfido Tupac-Amaru, y la dificultad de apagar el fuego de la conjuración, si con tiempo no se cortaba; por lo mismo este, sin pérdida de momentos, comenzó a exhortar a los de Carabaya, Lampa, Chucuito, Puno, Larecaja, y demás circunvecinas de este virreinato; verificando lo mismo con los del Cuzco, Arequipa, y otros del virreinato de Lima. Y aunque el de Arequipa respondió no poderse desprender de las dos compañías de soldados, que por la Capitanía General de Lima se le remitieron, en ocasión de haberse sublevado aquella ciudad, y el de Larecaja representa los fundamentos que le retraen de concurrir a la convocatoria, los demás de Azangaro, Carabaya, Chucuito, etc., parece que estaban prontos a salir inmediatamente reunidos, con sus armas y municiones, a la raya de Vilcanota, divisoria de ambos virreinatos, a contener a los conjurados, en caso que pretendiesen difundirse hacia esta parte, y aun a perseguir al rebelde, aunque fuese en el virreinato de Lima, sin más substanciación de causa, en que no halla desde luego repugnancia el Fiscal; porque la guerra justa, como es la que se dirige contra las provincias rebeladas, o tiranos, no respeta jurisdicciones, máxime siendo territorios de un mismo Monarca, ni en casos tan urgentes y circunstanciados como el presente, se necesita más substanciación de causa para atacar a los enemigos, que la subsistencia de la rebelión, que es el conocimiento más notorio de este delito cuya odiosidad y horror deben excitar el celo, no solo de los ministros encargados del gobierno de las provincias, sino también de todos los vasallos, sin excepción de personas, para ocurrir en tan críticas circunstancias, sin más mandato del Rey o inmediato jefe, que la cierta noticia de conjuración, a apagar la propagación de tan temible fuego, y sofocarle en su origen, como oportunamente se ordena en la Ley 3, título 15, Parte 2.ª

De suerte que, aunque en cuanto al modo de proceder en la subyugación de los rebeldes, ponen tropiezo las Leyes enunciadas 6 y 8, y con más especificación la 9, siguiente, título 4, libro 3 de las Recopiladas de Indias, anteponiendo todos los medios de suavidad, dulzura y amor, y aun la franqueza de todos gravámenes a los de la guerra, y que si fuese necesaria esta, se anticipe primero aviso a Su Majestad en su Real y Supremo Consejo; sin embargo, en el caso que en el día se presenta, parece que sin forzosa aligación a la letra de estas leyes, puede procederse conforme a su espíritu, y al tenor de las facultades que a los señores Virreyes concede la Ley 2, título 3 del precitado libro, abreviando toda resolución o empresa, hasta dificultar al autor de la rebelión que pueda hacer progreso. Y así, si a las primeras reconvenciones que se le hagan en conformidad de las predichas leyes, no se entrega con los rebeldes que les siguen, antes persiste en su rebelión, incitando a los naturales con edictos, a semejanza de soberano, a seguir su partido, no debe perderse instante de atacar al partido rebelde, proponiéndole al mismo tiempo, que si entregan a su caudillo Tupac-Amaru, se suspenderá contra ellos la guerra, y se les condonará sus delitos, oyéndoles en justicia sobre cualesquiera quejas o agravios, por los tribunales a que corresponda; pues faltándoles el autor de su conjuración puede fácilmente extinguirse, y sosegarse el reino, como con efecto han sosegado otros, en que se ha tomado este arbitrio, siguiendo la regla o ejemplo que ofrece la Escritura Sagrada en el capítulo 20 del 2 de los Reyes, sobre la rebelión que expresa.
Por la misma regla, y la de otros ejemplares, cree el Fiscal poderse declarar por rebelde al cacique Tupac-Amaru; y en caso que no se entregue, o le entreguen sus partidarios a las reconvenciones o requerimientos que permitan las situaciones de cada partido, autorizarse a todo vasallo del Rey, tanto del partido rebelde como del que pase a subyugarle, para que le aprendan o maten. Pues, a más de que esta autoridad la tiene cualquier vasallo que pretenda hacer tan importante servicio, sin riesgo de incidir en el enorme delito de regicidio, que no se verifica en la muerte de un traidor contumaz, rebelde y pretendido tirano, autorizándose a cualesquiera, cesa todo escrúpulo, pudiendo justamente ofrecerse premio para el efecto; con la calidad de que, en cuanto sea posible, se procure aprenderle vivo; y en este caso, que sea mayor que no entregándole muerto.
Bien que, no debiendo entenderse el ofrecimiento del premio que se señale, sino limitadamente, y con restricción al caso que el rebelde se halle con las armas en las manos, continuando su rebelión; y aun en este pudiera no convenir que se publicase, si el partido de rebeldes tiene proporciones de aumentarse con esta noticia, precaverse o irritarse y desesperar. Para que con concepto a todo esto se obrase con el mayor acuerdo, le parece al Fiscal, que habiéndose autorizado por esta Capitanía General, con motivo de la sublevación de Chayanta, con título de comandante en jefe de las armas, al teniente coronel don Ignacio Flores, residente hoy en las provincias del Perú, se le podía escribir carta, en inteligencia de lo resuelto, o con copia de la providencia, a efecto de que, publicando las circunstancias que deben considerarse, resolviese lo conveniente. Asimismo, aunque los corregidores de Azangaro, Carabaya, Larecaja, Chucuito, Lampa y demás, estén distantes, parece que están subordinados a la comandancia del expresado Flores, por el tenor de su título; y de no, convendría que se declarase expresamente, y que se dirigiese a sus órdenes el indispensable auxilio de tropa arreglada que solicitan los corregidores, para que, bajo la dirección del citado comandante, pasase a aquellas provincias confinantes con otras cualesquiera milicias que haya juntado, según lo pide el caso. Contestándoseles a los nominados corregidores que han escrito, en el concepto de aprobarse por ahora su convocatoria, y las providencias que tomó el de Azangaro, o escribiéndose carta circular a todos los que por la inmediación puedan concurrir, y la correspondiente de gracia por su lealtad al coronel cacique y gobernador de Azangaro, don Diego Chuquiguanca, para que todos unidos, y bajo las órdenes del comandante enunciado, procedan a contener cualquiera irrupción de los rebeldes en las provincias de este virreinato, que no puedan avanzar más con la gente y armas que tengan. Y en tal caso, que se arreglen a lo expuesto, estrechando al partido rebelde con las menos posibles muertes y estragos, y fijando la atención en que se les entregue al cacique Tupac-Amaru, o en aprenderle, sin embargo que se halle en el territorio del Virreinato de Lima; pues una vez que pretendió sublevar las provincias de este virreinato, está sujeto al rigor de sus providencias; a más de que por el de Lima es regular que se hayan expedido algunas. Y para la más cabal inteligencia de aquel excelentísimo señor Virrey, y que las tropas de una y otra parte procedan con la mayor armonía, convendría asimismo hacer expreso, noticiando a Su Excelencia lo que se acuerde en el particular, o particulares contenidos. Sobre que la superior comprensión de Vuestra Excelencia resolverá lo que sea más de su superior agrado, justificado arbitrio, dando cuenta a Su Majestad por el próximo aviso. Buenos Aires y enero 15 de 1781.

Doctor PACHECO

Providencia del excelentísimo señor virrey don Juan José de Vértiz

Buenos Aires, 15 de enero de 1781.
Con presencia de lo que expone el Abogado Fiscal, de lo que informan los corregidores de Azangaro, Lampa y Chucuito, y documentos con que se hacen constar los horrendos y escandalosos delitos en que ha incurrido el indio José, que se apellida Tupac-Amaru, que abusando del real nombre, y afectando falsamente tener comisión del Soberano, dio muerte públicamente a su corregidor don Antonio de Arriaga, se manifiesta la rebelión contra la Majestad, y se hacen constar las hostilidades con que ha invadido los estados, provincias y vasallos fieles y de mi mando, y emisarios y espías que ha dirigido para revolverlos y pervertirlos, turbar la paz de los pueblos, e introducir en ellos el fuego de la guerra; con reflexión a lo que el derecho de gentes en semejantes casos previene, y el real y municipal de estos reinos ordena, y a la inminencia del peligro y necesidad de acudir a los gravísimos daños y sumos males que amenaza al Estado, y de cortar en el tiempo preciso el rápido curso con que la malicia introduce en los corazones sencillos el contagio pernicioso de dicha revolución: he resuelto declarar, como por las presentes letras declaro, al enunciado José por rebelde a la Majestad y enemigo del Estado, y mandar, como mando, se le haga a él y a todos los que su partido siguen, la guerra y cuantas hostilidades y daños puedan los fieles vasallos del Rey, en sus personas y bienes. Apruebo las providencias a este fin tomadas por los corregidores de Azangaro, Lampa y Chucuito, don Lorenzo Zata y Zuviría, don Vicente Hore Dávila, y don Ramón de Moya y Villareal, a quienes se les corresponda y prevenga lo conveniente, y recomiende la fidelidad y buen servicio del cacique gobernador del pueblo de Azangaro, coronel don Diego Chuquiguanca; y porque el más importante de la salud pública y más eficaz medio para reponer en tiempo y de un solo golpe de mano diestra, el buen orden y estado pacífico, consistiría en extirpar el ambicioso origen de todos los males que padecen los pueblos, segando la cabeza del rebelde José, he ordenado, se sitúen, y tengan a disposición de cualesquiera de los fieles vasallos u otra persona que este servicio haga, 10.000 pesos corrientes de plata, acuñada en cualesquiera de las cajas de este Virreinato, en que haga constar haberlo ejecutado, y 20.000 de la misma moneda, al que lo entregase prisionero; de manera que se pueda hacer justicia en su persona para el escarmiento y ejemplo de los demás rebeldes sus secuaces. Y si cualquiera de estos, arrepentidos de sus errores y descamino, ejecutare el mismo servicio, a más de la retribución pecuniaria, se le concederá el perdón de su culpa y pena por ella merecida. Lo que mando se publique y haga notorio en la manera conveniente.

VÉRTIZ 

Oficio del visitador general don José Antonio de Areche al Virrey de Buenos Aires, participándole la prisión de José Gabriel Tupac-Amaru

EXCELENTÍSIMO SEÑOR:
Muy señor mío: Tengo el gusto de participar a Vuestra Excelencia, que ya está preso desde el día 6 próximo, el vil insurgente José Gabriel Tupac-Amaru, su mujer, dos hijos y los capitanes y aliados que explica la adjunta nota, después de haberle desbaratado la mayor parte de su execrable y sacrílego ejército, en las inmediaciones del pueblo de Tinta, provincia de su nombre, donde, y en el de Tungasuca de que fue cacique, se le ha cogido una gran porción de lo robado en templos, poblaciones, haciendas, obrajes y caminos, que es de bastante valor, con los pertrechos de guerra que también se ponen para noticia de Vuestra Excelencia.
Consecuente a este suceso es el de quedar pacificadas, como lo están, las provincias de Condesuyo, Arequipa, Chumbivilcas, Cotabambas, Paruro o Chilques, y Márquez, Paucartambo, Quispicanche, Calca y Lares, Urubamba y la citada de Tinta, perteneciente a este virreinato, que tenía en lo más por suyas este traidor; y ahora seguirá esta tropa haciendo lo mismo con las de ese, conviene a saber: Lampa, Carabaya, Azangaro, Oruro, Carangas, Porco, Paria, Chayanta, y otras que estén en el propio melancólico caso; para lo cual aviso con esta fecha lo oportuno al señor don Fernando Márquez de la Plata, con el fin de que la tropa formada en la Paz, y la que me consta ha remitido Vuestra Excelencia a extinguir esta rebelión, obre ofensiva y defensivamente; en el concepto de que la de aquí pasará a las primeras provincias de la línea muy en breve, o dentro de pocos días, según lo espero, pues se va a poner en Lampa y Carabaya, formándose en divisiones, y de modo que obre sin riesgo, o sin desampararse por las distancias unas a otras.
Yo tengo dicho a Vuestra Excelencia desde Lima, y en los instantes de partir para ponerme en esta ciudad, que venía con el señor inspector general, mariscal de campo, don José del Valle, y 600 hombres de aquella casi informe tropa, a disponer una expedición seria, y capaz de deshacer en breve este alzamiento; y por hallarse cerrada la comunicación  de estas provincias con las de ese mando, no me ha sido posible continuarle la noticia de mi llegada, ni la de que conseguida esta, a pesar de la incomodidad y afanes que son comunes a caminos de una tierra tan quebrada como la del virreinato del Perú, en sus serranías, y ásperas y elevadas cordilleras, formamos aquí en estos contornos fieles, y pusimos en marcha en poco menos de 14 días, 17.000 hombres, divididos en siete columnas principales, para batir y prender al enunciado traidor, pacificando de paso las provincias que tenía puestas en su partido: como todo se ha logrado en casi igual tiempo que el que impendimos en disponerlo. Y ya abierto el paso en lo principal, me tomo el gusto de comunicar a Vuestra Excelencia estas noticias con aspecto menos sensible, y con la confianza de que en un corto periodo quedará tranquila toda la tierra que nos alborotó este malvado, cuyas inicuas proezas son bien públicas, y me hacen que no se las detalle con alguna particularidad a Vuestra Excelencia.
Preso pues este traidor, y los principales de su alianza, a quienes voy a imponer los serios castigos que merecen, y que tengan una ajustada correspondencia con lo raro, inhumano, sacrílego y horroroso de sus crímenes, luego que les tome las declaraciones oportunas a inquirir el origen, y otros cómplices que puede haber encubiertos, se me hace fácil la pacificación de lo que resta, y la prisión de los emisarios que tiene en los territorios de ese gobierno; y lo aviso a Vuestra Excelencia, ganando los instantes para que entre en esta satisfacción, y alivie sus cuidados, procurando también que para que logre nuestro venerado Amo la misma, se sirva pasarle esta noticia, según le ruego, en unión de la carta adjunta, que me tomo la libertad de suplicar a Vuestra Excelencia la haga aprovechar igualmente los momentos, dándome a mí sus apreciables órdenes, con la seguridad de que los recibiré y cumpliré con la obediencia más pronta, ínterin tengo nuevos motivos de participarle el resto de esta feliz expedición, en que me propongo desde ahora, como tengo anunciado a Vuestra Excelencia, puesto que pasa a su territorio y mando, obrar todo lo que obraría siendo de este, sin reparo alguno, no obstante que ofrezco no excederme en cosa que no aconsejen las circunstancias, y pienso que Vuestra Excelencia haría lo propio, hallándose a la vista; en lo que, repito, que procuraré ser escrupuloso, con todo el extremo que me debe exigir esta materia.
Nuestro Señor guarde a Vuestra Excelencia los muchos años que le pido. Cuzco, abril 12 de 1781. Excelentísimo señor besa la mano de Vuestra Excelencia. Su más atento y seguro servidor.
JOSÉ ANTONIO DE ARECHE
Virrey de Buenos Aires, don Juan José de Vértiz.

Lista de los principales rebeldes que se hallan presos en este cuartel del Cuzco, y de los que han muerto en los combates que han presentado a nuestras columnas las sacrílegas tropas del traidor que se expresa, con las notas que irán al pie

José Gabriel Tupac-Amaru, cabeza principal.
Micaela Bastidas, su mujer, natural de Abancay.
Dos hijos suyos, uno de 11 años, y otro de 20.
Francisco Tupac-Amaru, tío de José.
Marcos Torres, cacique de Acomayo.
José Mamani, indio de Tinta, su coronel.
Diego Berdejo, español de Macari, yerno de Francisco Noguera, su comandante.
Tomasa Tito Condemayta, cacica del pueblo de Acos.
Melchor Arteaga, español, natural de Layo, mayordomo y cuidador de ganados.
Ramón Ponce, español, natural de Libitaca, comandante y custodiador de pólvora y balas.
José Hunda, español, natural del Cuzco.
Manuel Galleguillos, español, natural de Oruro, escribiente.
Diego Ortigosa, español, de Arequipa, asesor.
Patricio Noguera, español de Purimana, primo del rebelde.
Estevan Vaca, español, del Cuzco, fundidor.
Blas Quiñones, mestizo, de Tinta, confidente.
Mariano Cataño, español, de Huancavelica, sargento mayor.
Andrés Castelo, capitán.
Felipe Mendizábal, capitán.
Isidro Poma, comandante y cacique.
Úrsula Pereda, criada del rebelde.
Miguel Zamalloa, capitán.
Pedro Mendigure, capitán.
Cecilia Tupac-Amaru, media hermana del traidor.
Manuel Quiñones, capitán.
Pascual Mancilla, ídem.
Manuel Ferrer, ídem.
Rafael Guerra, ídem.
Antonio Valdés, ídem.
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Lucas Herrera, ídem.
Francisco Herrera, ídem.
Mateo Avellaneda, ídem.
Gerónimo Andia, portero.
Lucas Colqui, cacique de Pomacanche, comisario y alcalde.
Francisco Torres, confidente, y comisionado en varios asuntos.
José Manuel Yepes, esclavo del cura de Pomacanche.
Antonio Oblitas, esclavo, y el que ahorcó a Arriaga.
Pedro Pablo, esclavo de don Manuel Tagle.
Miguel Landa, esclavo de don Tiburcio Landa.

Los siguientes hace tiempo se hallan presos en este cuartel

Mariano Banda, español, del Cuzco, escribiente del difunto Arriaga, y después del rebelde.
José Estevan de Escarbena y Villanueva, natural de Arequipa, escribiente también del rebelde.
Francisco Castellanos, que trajo los edictos y convocatorias del rebelde, al Cuzco.
Dionisio Medrano.
Jacinto Inquillupa, cacique, de la parroquia del hospital de esta ciudad, acusado por partidario del traidor.

Muertos en las batallas y ahorcados

Juan de Dios Valencia de Velille, capitán.
Tomás Parbina de Colquemarca, famoso capitán y justicia mayor por el rebelde, en la provincia de Chumbivilcas.
Felipe Bermudes, español, del Cuzco, cajero que fue de Arriaga; después secretario, comandante principal, y uno de los cinco que componían la Junta privada del rebelde.
NOTA. Estos tres que mantenían la rebelión de Chumbivilcas, y mandaban las tropas que tenía allí el rebelde, fueron muertos por la columna de Cotabambas, en las cuatro batallas que les presentó desde 19 a 22 de marzo; y las cabezas de los últimos, que se trajeron al Cuzco, estuvieron de orden del señor Visitador General, expuestas en la horca dos días, y después se han quedado fijadas en los caminos principales de las entradas de la ciudad.
Pomainca, cacique de Quiquijana, y justicia mayor de ella por el rebelde, fue baleado allí por las espaldas, por falta de verdugo.
En Tinta se ahorcaron el día 8 de abril, 60 cómplices, no de tanto delito como los antecedentes.
Las columnas de Paruro y Cotabambas han tomado, en los diferentes encuentros que han tenido, tres cañones, entre ellos uno de a seis.
En Tinta, que tenía fortificada y amurallada con adobes, y sus fosos al rededor, se le encontraron seis cañones, y bastante pólvora y balas, con otras armas y municiones, y una gran porción de lo robado en pueblos, iglesias, haciendas, obrajes y caminos.
No se ponen otros muchos que tenía ajusticiados la Junta de esta ciudad, antes que llegase el señor Visitador e Inspector General, los 600 hombres de Lima, y 200 de Guamanga, con el tren de municiones y armas de todas clases, que condujeron sus señores, por ser esta nota de solo su tiempo y mando. También queda ya preso Antonio Bastidas, cuñado del rebelde.